La pérdida de un ser querido puede tener un impacto emocional muy profundo en ciertas personas. Los perfiles abundan y, dada la variedad en la mente humana y la complejidad de las relaciones, a veces resulta difícil estimar a quienes tienen mayor riesgo de sufrir más. A ello sumamos el hecho de que la pena puede ser muy subjetiva y, por tanto, también el tiempo que esta dure como parte del duelo.
A pesar de ello, e incluso a sabiendas de todo esto, la pregunta persiste: ¿cuánto tiempo dura el duelo? Probablemente esta sea más común entre quienes lo viven en carne propia como un túnel de llanto y vacío prolongado. Para ellos, la respuesta que tenemos es simplemente que es relativo. Sin embargo, como expertos en el tema podemos profundizar e intentar estimarlo para ofrecer una referencia.
La diferencia entre el duelo, el luto y la pena
Pero, antes que nada, resulta importante diferenciar tres términos que suelen usarse indistintamente: duelo, luto y pena. El duelo es la forma en que una persona reacciona o expresa sus sentimientos ante la pérdida de un ser querido. Constituye un proceso totalmente normal y duración puede variar entre personas; de hecho, puede manifestarse de manera intermitente, con etapas de progreso y recaídas.
Por su parte, el término luto se refiere a la forma en que las personas expresan su duelo en público. A diferencia del primero, este está más relacionado con las creencias o los rituales religiosos de la familia, comunidad o la persona en cuestión. Algunas formas de manifestarlo son las visitas a la familia, los amigos, la realización del funeral, el entierro u otra forma de disposición final de los restos.
Y también existe la pena; esta no es más que el período en el cual se desarrollan y manifiestan el duelo y el luto por la muerte de alguien cercano. La pena es concretamente ese tiempo en el que se experimenta tristeza debido a la pérdida; en que se cumple con los rituales en los que cree o a los que pertenece. Su duración es variada y, de cierta forma, está sujeta a los dos términos anteriores.
Factores que influyen en la intensidad o duración del duelo
Ahora bien, no caminamos por un camino tan incierto. Siendo algo tan común en los humanos, es lógico que los estudiosos de la mente hayan identificado algunas tendencias o factores de riesgo. Se sabe de algunos factores que pueden contribuir en la intensidad y duración del duelo. Por ejemplo, las circunstancias de la muerte, experiencias o pérdidas pasadas y el vínculo con la persona fallecida.
La superación del duelo no necesariamente sea lineal
Si hay algo cierto es que cada cabeza es un mundo, por lo que es difícil mensurar o estandarizar la intensidad de las emociones. Dicho esto, no es de extrañar que cada persona experimente el duelo de forma diferente; y que, por ende, tanto su duración e intensidad varíen. Muchos estarán coincidirán al describirlo como doloroso y aunque hay fases identificadas para su superación, estas pueden presentarse desordenadas.
Después de un tiempo, una persona en duelo podría empezar a sentir que el dolor se disipa y, de un momento a otro, experimentarlo nuevamente. Todo esto puede afectar su estado de ánimo, motivación e interacciones con otros, generar conflictos o causar aislamiento. Y aunque son temas habituales en el comportamiento y las relaciones humanas, vale estar atentos cuando se vuelven muy habituales y prolongados.
¿Cuánto tiempo dura el duelo?
Pero respondiendo a la pregunta inicial, los estudios sugieren que el duelo suele durar un año, e incluso más tiempo. El intervalo es largo; pero toma en cuenta el trabajo que amerita lidiar con los cambios emocionales ocasionados por la pérdida hasta su procesamiento y posterior adaptación. A veces el dolor puede ser menos intenso, pero puede prolongarse; a veces puede ser intenso, pero se supera con mayor rapidez.
Tampoco es mentira que para algunas personas el tiempo de pena es inferior a un año. Esto no necesariamente se deba a una relación menos cercana con la persona fallecido; también influyen aspectos como la preparación previa para dicho evento, la visión personal respecto a la muerte, el apoyo; más aún la exposición a estímulos o situaciones que evoquen recuerdos, ya sean felices o dolorosos.